V. Sangye Khadro

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Esta es una meditación en la llamada primera raíz, punto principal de la meditación sobre la muerte en nueve puntos. A saber: la muerte es inevitable e ineludible. Los otros dos puntos raíz (que se trataran en otras meditaciones) son: el momento de la muerte es desconocido, y sólo la práctica espiritual es de ayuda en dicho momento.

Preparación

Nos sentamos con una postura cómoda, la espalda recta y el cuerpo relajado. Dedicamos un rato a situar la mente en el presente. Dejamos que los pensamientos del pasado o del futuro cesen y tomamos la determinación de mantener la atención en el tema de meditación durante toda la sesión.

Motivación

Cuando la mente esté tranquila y presente, generamos una motivación altruista para la sesión, como por ejemplo: “Que esta meditación traiga paz y felicidad a todos “; o bien: “Que esta meditación sea causa de mi iluminación para así poder ayudar a todos a librarse de su sufrimiento y a iluminarse también.” Parte principal de la meditación (Al contemplar los siguientes puntos, para ilustrarlos, recordamos nuestras ideas y experiencias, también las historias que hayamos oído o leído. Intentamos revivir cada una de ellas. Si en un momento dado, el punto que tratamos lo sentimos con especial viveza y claridad, dejamos los pensamientos de lado y mantenemos la concentración en esa sensación el tiempo que podamos. Si se desvanece o si la mente se distrae, retomamos la contemplación.) Urdimos muchos planes para los días, meses y años venideros. Pero aunque la muerte sea lo único completamente seguro que nos va a ocurrir, no solemos pensar en ello ni tampoco hacemos planes para prepararnos. En el caso de que la idea de la muerte surja, de inmediato solemos apartarla porque no queremos ni imaginárnosla. Sin embargo, resulta de vital importancia tratar el tema y prepararnos. Contemplar los tres puntos siguientes nos servirá de ayuda para familiarizarnos con la idea de que la muerte va a suceder sin que podamos hacer nada para evitarlo.

**1. Todo el mundo tiene que morir ** Con el fin de acercarnos a la experiencia de la inevitabilidad de la muerte, haremos un ejercicio que consiste en recordar personas que vivieron en el pasado: gobernantes, escritores famosos, músicos, filósofos, santos, científicos, criminales y gente corriente. Pensemos en que todos ellos estuvieron vivos: trabajaban, pensaban y escribían; amaban y se peleaban; disfrutaban de la vida y sufrían. Y, al final, murieron. Por muy sabio, rico, poderoso o popular que fuera, en un momento dado su vida se terminó, y eso mismo es cierto parar todas las criaturas. ¿Es posible pensar en alguien que habiendo nacido en la Tierra no haya muerto? A pesar de todos los avances de la ciencia y la medicina, no se ha encontrado una cura para la muerte, y nunca se encontrará. A continuación, recordamos a personas de nuestro entorno que ya hayan muerto, y pensamos en la gente viva que conocemos. Reconocemos el hecho de que cada una de estas personas morirá algún día. Y que nosotros también. En estos momentos hay varios billones de personas en el planeta, sin embargo dentro de cien años, todas ellas se habrán ido (menos aquellas pocas que en la actualidad son pequeñas). Nosotros también estaremos muertos. Intentemos experimentar esta realidad con total intensidad.

2. La duración de la vida disminuye continuamente El tiempo no se para, siempre va pasando. Los segundos forman los minutos, los minutos forman las horas, las horas forman los días, los días forman los años; el tiempo va pasando acercándonos más y más a la muerte. El tiempo discurre inexorable con la misma constancia con la que los granos de arena se deslizan en el reloj. Durante un rato, mantenemos la atención en la experiencia del fluir ininterrumpido del tiempo que nos lleva hasta el final de la vida. Otra manera de vivir la sensación de que nos encaminamos continuamente hacia la muerte es imaginar que somos un tren que viaja a una velocidad constante, que no se detiene nunca, y del cual es imposible apearse. Este tren nos acerca de manera constante y progresiva al destino: el final de nuestra vida. Intentemos vivir esta sensación, y examinemos los pensamientos y sentimientos que surgen en nosotros.

3. Disponemos de muy poco tiempo para la práctica espiritual Nos acercamos cada vez más al fin de nuestros días, y la mejor manera de prepararse para ello es la práctica espiritual porque, tras la muerte, como sólo la mente se mantiene en vida, la práctica espiritual puede realmente ser útil pues nos prepara para dicho momento y para el tránsito hacia la vida siguiente. Pero, ¿cuánto tiempo dedicamos a la práctica espiritual? ¿Cuánto tiempo invertimos en reducir las aflicciones de la mente (el odio y el apego)? ¿Cuánto en desarrollar sus cualidades (el amor y la compasión) y cuánto empleamos en comportamientos que sean de beneficio para todos? Supone un buen ejercicio calcular cómo empleamos nuestro tiempo. En un día normal, ¿cuántas horas dormimos?, ¿cuántas trabajamos?, ¿cuánto tiempo destinamos a cocinar, comer o a salir con amigos?, ¿cuánto pasamos sintiéndonos deprimidos,frustrados, aburridos, enfadados, resentidos, celosos, perezosos o críticos?; y ¿cuánto tiempo dedicamos a mejorar conscientemente nuestro estado mental o a hacer cosas en beneficio de otros?, ¿cuánto invertimos en adquirir conocimiento espiritual o en meditar? Repasamos estas cuentas con sinceridad y evaluamos nuestra vida con este práctico sistema que nos llevará a descubrir con claridad el tiempo que dedicamos a hacer lo que beneficia de verdad a los demás y a nosotros mismos, a aquello que nos proporcionará una gran ayuda en el momento de la muerte y en la próxima vida. Al meditar en estos tres puntos, debemos ser capaces de adoptar la firme determinación de vivir con atención y sabiduría.

Dedicación

Concluimos la meditación con el optimismo del que tiene todas las oportunidades a su alcance para hacer que su vida sea plena, beneficiosa y positiva, y por lo tanto, puede morir con esa tranquilidad. Recordamos la intención que nos llevó a meditar y dedicamos el mérito de la sesión a ese mismo propósito: el de poder beneficiar a todos.